domingo, 26 de julio de 2009

Me doy cuenta de lo feliz que puedo ser solo con mirarte. (Y sin tenerte)

Dicen que los recuerdos son horribles si no se superan.

Creo que hay una explicación de porqué los recuerdo a todos pero no siento nada, de porqué me parecen extraños, como si fueran la historia de mi sexta vida viajando en barcos de papel que alguien tiró a un charco. Borrones del pasado, escenas difuminadas. Y sé que esta es la séptima, y me lames las heridas como un gato, escalo hasta la cima de tu espalda. Pasa que llegué al punto de no-retorno, que tengo más recuerdos contigo de los que podría procesar en lo que me queda de vida, y se acabaron los aplausos detrás de cada fracaso... porque ya solo hay victorias.
Simulacro de amago de beso de un Mayo de otro año que no es este. Voz entrecortada de lucha reciente con las sábanas, la enredadera de mis piernas por tus caderas, nuestro nudo de 3 lazos dibujándome con tus dedos espirales en el pelo. Irremediablemente atada a vos sin cuerdas pero entre silencios que dicen mucho más que la mejor carta que nos hayamos escrito nunca. Un arañazo espacio-temporal, a veces lo importante no es el tiempo sino el momento, todo cambio hasta tal punto de que las únicas prisas que conocemos son las de devorarnos, las de sentirnos distintos, abrazarnos por instinto, efervescentes entre olas, con las dudas cayéndose por su propio peso de los bolsillos y las manos llenas de certezas duras como rocas.

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