¿y vos que decís corazón? que te calles, que te calles.

Vivís (revivís,y volvés a revivir ¿o era resistir? ) momentos que cambian la percepción de vos mismo. Cuando llevás meses sin que te llueva en los ojos y por fin lo hace (y echás en falta el abrazo que debería haber llenado ese hueco que dejó vacío) y la única respuesta de quien olvidó que seguía abierto el grifo de tus lágrimas negras (que son más dramáticas,dijo ella) es "Mirá, la dura..." te planteás si de verdad fuiste tan fría,si tan indiferente te mostraste. Y te prometés que la próxima vez lo vas a hacer mejor. Y a los quince minutos sentenciás estúpidamente convencida: "No habrá próxima vez".
No sé dónde está el equilibrio. Si te portás bien, hacen con vos lo que quieren. Si te portás como la hija de puta que todos esperan que seas, sos fría. Si demostrás lo que sentís, agobiás. Si no lo demostrás, creen que no te importa nada más allá de tu ombligo. Y claro que te importa, ¡¿cómo no te va a importar!?... Pero lo dicho, que en un segundo todo cambia: La miel de los labios, convierte los pliegues en grietas y, todos aquellos besos de rabia se quedan en eso, en cuestión de segundos: en rabia. Creés entonces que deberías haber puesto luces de neón a los gestos que se te escapaban cuando te sonreía de cerca, que deberías haberte mordido un poquito el orgullo y haberle dicho que sí te importaba (cuando todavía lo hacía). Deberías haberle resumido en tres los puntos de sutura con los que cosió tus miedos...
Pero ahora, empieza otra temporada, la del frío absoluto...
Es que voy por temporadas -explicale.
- Como las frutillas, y que el frío me aleja (un poco más) de mí.
Me vuelvo a mentir.
Ganás bajo cero y zumo de (re)sentimientos que me van a hacer pensar solo en mí, en mi ombligo, en mis trenzas...